Un sensor de oxígeno averiado puede alterar la proporción de aire y combustible. Esto resulta en un aumento del consumo de nafta y posibles daños a otros componentes.
Una tapa del tanque de combustible que no cierra bien podría activar este aviso. Es importante asegurarse que esté bien ajustada o reemplazarla si es necesario.
Un mal funcionamiento del convertidor catalítico, que tiene la tarea de convertir el monóxido de carbono en dióxido de carbono. Hay que realizarle mantenimientos regulares, como los cambios de aceite, son fundamentales.
Problemas con las bujías o la bobina de encendido, que son cruciales para la ignición de la mezcla del aire con el combustible.
Un deterioro de los cables de las bujías, que llevan la electricidad desde la bobina a las bujías.
Un fallo del sensor de flujo de aire (MAF), que regula la cantidad de aire que se mezcla con el combustible. Esto puede manifestarse en un ralentí irregular y dificultades al arrancar.
Interferencias de una alarma de automóvil instalada después de la compra, que pueden generar problemas eléctricos. Puede ser necesario reparar o reemplazar una alarma defectuosa.
Una fuga de vacío, que puede afectar el desempeño del motor. Las mangueras resecas o agrietadas son una causa habitual, y aunque las piezas de repuesto son accesibles, localizar la fuga puede ser un desafío.
Un error en la válvula EGR, que es parte del sistema de reducción de emisiones.
Una batería agotada, que aunque parezca menor, puede activar la luz del motor. Su reemplazo puede tener un costo que empieza en los $100 y desenchufarla puede resetear la configuración de sistemas como el estéreo.